“El amor a los demás y el amor a nosotros mismos no son alternativas opuestas. Todo lo contrario, una actitud de amor hacia sí mismos se halla en todos aquellos que son capaces de amar a los demás”. (Erich Fromm)

 

¡Bienvenidas a nuestro blog mensual! En esta ocasión, junto con Daniela Ponce Strenge y Paz Zaldumbide, exploraremos cómo establecer límites desde un lugar de amor propio puede ser beneficioso tanto a ti como a tus relaciones. Discutiremos la importancia de la autoconciencia, el autocuidado y la comunicación para establecer y mantener límites que sean respetuosos, compasivos y efectivos.

 

Daniela Ponce Strenge: psicóloga clínica, máster en Terapias Psicológicas de Tercera Generación. Lleva trabajando en clínica desde que acabó su pregrado, en el 2015. Ha trabajado con niños, adolescentes, adultos, familias, grupos terapéuticos y parejas, pero actualmente se dedica, principalmente, a la clínica individual de adultos. 

 

Paz Zaldumbide: psicóloga clínica especializada en inteligencia emocional y arte-terapia. Tiene más de tres años de experiencia brindando psicoterapia; motiva la creación de espacios seguros de transformación a través del arte y la psicología.


 

Daniela Ponce Strenge:

Actualmente, el tema de los límites y el amor propio es mencionado con frecuencia, ya que se los plantea como componentes fundamentales de nuestro bienestar psicológico, tanto así que se ha vuelto un mandato que todas las personas debemos cultivar y priorizar.

El amor propio influye en el lugar e importancia que nos damos frente al mundo. Se construye a raíz de las emociones, pensamientos, evaluaciones y experiencias con las que hemos crecido, y que han dado forma al concepto que cada persona tiene respecto a su valía. De manera que, el amor propio no nace de la noche a la mañana.

¿Podrían ustedes amar a alguien sin conocerlo primero? Esta pregunta parece responderse con un rotundo NO, por tanto, un factor innegociable para cultivar el amor propio es el autoconocimiento.

Por su parte, los límites establecen la forma en la que queremos y esperamos ser tratados por el resto, pero también por nosotros mismos. Nos brindan estructura y autonomía, a través de ellos priorizamos nuestro tiempo, nuestra energía y nuestro espacio. Bajo esta premisa, se podría decir que poner límites es una forma de cuidar nuestras relaciones y de cuidarnos frente a los demás.

Poner límites desde el amor propio realmente empieza con el autoconocimiento, que favorecerá el respeto de nuestra individualidad en cualquier relación que construyamos.  Si lo pensamos de una manera más gráfica, el amor propio ayuda a reconocer el qué necesito, quiero y siento, mientras que los límites establecen el cómo espero que dichas emociones, deseos y necesidades sean acogidas y respetadas para sentirme más seguro y a gusto.

 

Paz Zaldumbide: 

Los límites son la puerta hacia relaciones más saludables, primero con nosotros mismos, y después con todo nuestro entorno. Para poner límites desde el amor propio, es importante validar como nos sentimos y lo que necesitamos sin esperar que nadie más lo haga por nosotros. 

Son herramientas que utilizamos para protegernos, son lo que permitimos o no, con el fin de cuidar nuestro bienestar, y nos ayudan a informar a los demás lo que se siente bien y lo que no. Así que no se trata de poner “reglas” o “imposiciones”, sino más bien de comunicar con asertividad lo que queremos y esperamos de las otras personas. El primer paso para poner límites es el autoconocimiento, si no nos damos la oportunidad de conocer cuáles son nuestros “negociables” y “no negociables” va a ser muy complicado que podamos comunicar cómo nos sentimos, y lo que realmente necesitamos.

No olvidemos que no hay límites buenos ni malos, simplemente existen, y tenemos toda la libertad de modificarlos y utilizarlos cuando lo sintamos necesario. Somos seres en constante cambio, y por ello es importante cultivar nuestro autoconocimiento y nuestro amor propio todos los días. Nadie más puede amarnos como nosotros mismos, nadie más puede conocernos como nosotros mismos, y nadie más puede validarnos como nosotros mismos.